de evidencia. Ahora sabemos que don Aurelio tenía contactos en la policía local que protegían sus operaciones.
Una de las víctimas era María Fernanda Castillo Vega, una joven arquitecta de Monterrey que había visitado Puerto Vallarta en febrero de 1996 para su cumpleaños número 25. Su denuncia había sido archivada después de que supuestamente se retractara de sus acusaciones. Carmen contactó telefónicamente
a María Fernanda, quien ahora tenía 39 años y vivía en San Luis Potosí. La conversación fue difícil, pero reveladora.
Señora Carmen, yo nunca me retracté de mi denuncia. Don Aurelio envió a unos hombres a amenazarme. Me dijeron que si no retiraba la denuncia me harían daño a mí y a mi familia. ¿Qué recuerda de esa noche en el hotel? Don Aurelio me invitó a cenar en su restaurante privado. Parecía un hombre
respetable y yo estaba celebrando sola, así que acepté.
Después de la cena, no recuerdo nada hasta que desperté al día siguiente en mi habitación con evidencia de que había sido violada. María Fernanda había guardado fotografías de sus lesiones y copias de los reportes médicos de esa época. también conservaba las amenazas escritas que había recibido
después de presentar la denuncia.
¿Estaría dispuesta a testificar contra don Aurelio ahora? Absolutamente. He esperado 14 años para que alguien tomara en serio mi caso. Si puedo ayudar a que pague por lo que le hizo a su hermana y a otras mujeres, lo haré. Carmen contactó a otras víctimas mencionadas en los archivos. Cinco de ellas
accedieron a hablar y proporcionar testimonios.
Sus historias eran terriblemente similares. Invitaciones a cenar, bebidas alteradas, violaciones mientras estaban inconscientes y después intimidación para evitar que buscaran justicia. Una víctima particularmente valiente era Jennifer Morrison, una turista estadounidense que había sido atacada en
1998.
Jennifer había intentado persistir con su denuncia incluso después de regresar a Estados Unidos, pero las autoridades mexicanas habían ignorado sus esfuerzos. Señora Sánchez, yo sabía que don Aurelio era un depredador, pero no pude obtener justicia porque era un extranjero sin conexiones locales.
Ahora que hay evidencia sólida contra él, quiero testificar.
El detective Contreras también había localizado a Alberto Núñez Vargas, el empleado del hotel que había ayudado a encubrir los asesinatos de Rosa y Eduardo. Alberto vivía bajo identidad falsa en Oaxaca, donde trabajaba como mecánico. Cuando fue arrestado el 2 de abril de 2010, Alberto inicialmente
negó cualquier conocimiento sobre los eventos de 1994, pero cuando se enfrentó con la confesión de don Aurelio y Sergio Gutiérrez, decidió cooperar.
“Yo solo ayudé a limpiar la sangre del restaurante después de que mataron a Eduardo”, admitió Alberto. Don Aurelio me prometió dinero extra y me amenazó con despedirme si hablaba con alguien. ¿Vio usted los cuerpos? Vi cuando los enterraron. Don Aurelio me obligó a ayudar a cabar los hoyos y a
cubrir las tumbas.
Después me dijo que si alguna vez hablaba sobre esa noche, terminaría igual que ellos. La confesión de Alberto proporcionó detalles adicionales sobre el encubrimiento. También reveló que otros empleados del hotel habían sospechado que algo terrible había pasado, pero todos habían sido intimidados
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