para permanecer callados. Había otros empleados que sabían la verdad.
La jefa de limpieza, María Soledad, sospechaba algo porque había visto las manchas de sangre antes de que las limpiáramos, pero nunca le dijimos exactamente qué había pasado. Carmen recordó su conversación con María Soledad Ramírez García. La mujer había proporcionado información valiosa sobre los
eventos, pero no había sabido la extensión completa de los crímenes.
El grupo de trabajo también investigó las conexiones de don Aurelio con funcionarios corruptos. Sus registros financieros mostraban pagos regulares a varios inspectores de Hacienda, comandantes de policía y funcionarios municipales entre 1990 y 2005.
Señora Sánchez, creemos que don Aurelio operó con impunidad durante años porque tenía protección oficial. Eso explica por qué la investigación original de la desaparición de su hermana fue tan superficial. Carmen sintió rabia al darse cuenta de que Rosa y Eduardo podrían haber sido salvados si las
autoridades hubieran investigado seriamente desde el principio.
La corrupción oficial había permitido que don Aurelio continuara cometiendo crímenes durante años. Los medios de comunicación comenzaron a reportar extensamente sobre el caso. La historia de la pareja desaparecida en su luna de miel y encontrada 16 años después capturó la atención nacional. También
se reportó sobre las múltiples víctimas de violación y la red de corrupción.
Carmen concedió varias entrevistas televisivas para mantener presión pública sobre el caso. Quería asegurar que don Aurelio recibiera la sentencia máxima posible y que se investigaran todos sus crímenes completamente. Mi hermana Rosa y su esposo Eduardo merecían vivir una vida plena y feliz, dijo
Carmen durante una entrevista en Televisa, pero también merecen que su muerte sirva para hacer justicia por todas las otras víctimas de este hombre. El caso había evolucionado de una investigación sobre dos personas desaparecidas a una exposición completa
de décadas de crímenes sexuales, homicidios y corrupción oficial. Carmen se sentía orgullosa de que su persistencia hubiera destapado una verdad mucho más amplia que podría prevenir futuras víctimas. El juicio de Aurelio Vázquez Romero comenzó el 15 de junio de 2010 en el Tribunal Superior de
Justicia de Jalisco en Puerto Vallarta.
Después de tres meses de investigación, las autoridades habían construido un caso abrumador que incluía homicidio múltiple calificado, violación múltiple, lavado de dinero y corrupción de funcionarios públicos. Carmen asistió a cada día del juicio, acompañada por los padres de Eduardo y las familias
de otras víctimas.
Durante 16 años había soñado con este momento, ver a don Aurelio enfrentar las consecuencias legales de sus crímenes. El fiscal, licenciado Roberto Sandoval Méndez, presentó meticulosamente toda la evidencia recopilada. Las confesiones de don Aurelio y Sergio Gutiérrez, los testimonios de testigos,
la evidencia física de los cuerpos enterrados y los testimonios de múltiples víctimas de violación construían un caso prácticamente irrefutable.
Señores del jurado, este caso representa no solo el asesinato brutal de dos jóvenes inocentes, sino décadas de crímenes sistemáticos cometidos por un hombre que utilizó su posición social para victimizar a personas vulnerables. El abogado defensor, licenciado Patricio Alvarado, intentó argumentar
que su cliente había sido coaccionado por organizaciones criminales para participar en el lavado de dinero y que los asesinatos habían sido cometidos por otros sin su conocimiento directo. Don Aurelio Vázquez es un hombre mayor que
cometió errores en sus negocios, pero no es un asesino. Los verdaderos criminales fueron Sergio Gutiérrez y Vicente Salazar, quienes actuaron independientemente. Carmen sintió indignación al escuchar la estrategia de defensa. Don Aurelio había confesado personalmente haber violado a Rosa y haber
ordenado los asesinatos, pero su abogado trataba de minimizar su responsabilidad.
El momento más emotivo del juicio llegó cuando Carmen testificó sobre el impacto que la desaparición de Rosa había tenido en su familia. Durante 16 años no supimos si mi hermana estaba viva o muerta, si había sido secuestrada, si había sufrido, si necesitaba nuestra ayuda. Esa incertidumbre
destruyó la salud de mis padres y convirtió cada día en una tortura.
También testificaron María Fernanda Castillo, Jennifer Morrison y tres otras víctimas de violación. Sus testimonios establecieron un patrón claro de comportamiento predatorio por parte de don Aurelio durante años. Don Aurelio Vázquez no fue un hombre que cometió un error en un momento de pánico”,
declaró María Fernanda. “Fue un depredador serial que planeó meticulosamente sus ataques contra mujeres indefensas.
Sergio Gutiérrez testificó extensamente sobre los detalles de los asesinatos y las operaciones de lavado de dinero. Su testimonio proporcionó información crucial sobre cómo habían sido cometidos los crímenes y quién había dado las órdenes. Don Aurelio nos contrató específicamente para eliminar a
Eduardo Mendoza porque había descubierto las operaciones financieras ilegales.
Nunca hubo duda sobre quién estaba a cargo y quién tomaba las decisiones. Alberto Núñez también testificó sobre su participación en el encubrimiento, confirmando los detalles sobre cómo habían ocultado la evidencia y intimidado a testigos potenciales. El juicio duró seis semanas, durante las cuales
se presentaron más de 200 piezas de evidencia y se escucharon los testimonios de 38 testigos.
Los medios de comunicación siguieron el caso diariamente, convirtiendo el juicio en una causa célebre sobre la corrupción y la impunidad. El 28 de julio de 2010, el jurado deliberó durante 12 horas antes de llegar a un veredicto unánime, culpable de homicidio múltiple calificado, violación
múltiple, lavado de dinero y corrupción de funcionarios públicos. Carmen lloró cuando escuchó el veredicto.
Después de tantos años de lucha, finalmente había justicia para Rosa y Eduardo. Durante la fase de sentencia, el juez consideró la severidad de los crímenes, el número de víctimas, la falta de remordimiento genuino de don Aurelio y el impacto devastador en las familias de las víctimas. El 15 de
agosto de 2010, don Aurelio Vázquez Romero fue sentenciado a 60 años de prisión sin posibilidad de libertad condicional.
A los 71 años efectivamente era una sentencia de cadena perpetua. Los crímenes cometidos por el acusado representan una de las series más graves de violaciones a los derechos humanos que ha visto este tribunal, declaró el juez. La sentencia refleja no solo la gravedad de los asesinatos, sino el
patrón sistemático de abuso que victimizó a múltiples personas durante décadas.
Sergio Gutiérrez, quien había cooperado completamente con la investigación, recibió una sentencia reducida de 25 años. Alberto Núñez fue sentenciado a 10 años por su participación en el encubrimiento. Carmen se sintió finalmente en paz. La justicia no podía devolverle a Rosa o compensar años de
sufrimiento, pero había logrado que los responsables pagaran por sus crímenes y había evitado futuras víctimas.
Los cuerpos de Rosa Sánchez Morales y Eduardo Mendoza Herrera fueron enterrados el 20 de agosto de 2010 en el Panteón de Guadalajara en una ceremonia que reunió a cientos de personas que habían seguido el caso. Finalmente tenían el descanso digno que merecían.
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