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Hidratación insuficiente
Es posible que no bebas suficiente agua a lo largo del día. Cuando estás deshidratado, el cuerpo tiene dificultades para mantener un equilibrio adecuado de electrolitos (potasio, magnesio, calcio), esenciales para el correcto funcionamiento muscular. Como resultado, los músculos se vuelven más susceptibles a los espasmos.
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Una deficiencia de minerales
La falta de magnesio , calcio o potasio es un factor bien conocido en los calambres musculares. Estos nutrientes permiten que los músculos se contraigan y luego se relajen adecuadamente.
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Mala circulación sanguínea
Permanecer sentado o acostado durante largos periodos sin moverse puede ralentizar la circulación, especialmente en las piernas. Al estar menos oxigenados, los músculos se vuelven más propensos a contracciones involuntarias en reposo.
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Fatiga muscular
Después de un día activo (actividad física intensa, largas caminatas o estar de pie durante un tiempo prolongado), los músculos pueden reaccionar contrayéndose involuntariamente durante la noche.
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Posición para dormir
Dormir con los pies apuntando hacia abajo (dedos en punta) promueve el acortamiento de los músculos de la pantorrilla, lo que aumenta el riesgo de calambres.
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Ciertas condiciones de salud
Ciertas condiciones, como el embarazo, la diabetes, los trastornos de la tiroides o ciertos trastornos nerviosos, hacen que los calambres nocturnos sean más frecuentes.
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Efectos secundarios de ciertos medicamentos
Ciertos tratamientos, como los diuréticos, las estatinas o los betabloqueantes, pueden favorecer la aparición de calambres.
¿Cómo prevenir los calambres nocturnos?
¡Afortunadamente, unas cuantas acciones sencillas pueden marcar la diferencia!
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