Ze werd 117 en zei dat yoghurt haar geheim was – nu luistert de weld

Aunque pueda sonar extraño, o incluso mítico, el amor de María por el yogur no nació de una fe ciega. Reflejaba una profunda confianza en los dones más sencillos de la naturaleza.

La ciencia detrás de un refrigerio centenario
La afición de María por el yogur puede parecer inusual para algunos, pero la ciencia la respalda más de lo que se piensa.

El yogur es rico en probióticos, las bacterias beneficiosas que favorecen la salud intestinal. Un intestino sano no solo favorece la digestión, sino que las investigaciones demuestran que se relaciona con un mejor estado de ánimo, un sistema inmunitario más fuerte y una reducción de la inflamación. Algunos estudios incluso sugieren que los probióticos pueden favorecer la salud cardiovascular y retrasar el envejecimiento.

El yogur es, de hecho, un tesoro escondido. No promete mucho, pero sus efectos se notan en todo el cuerpo. Consumido regularmente como parte de una dieta equilibrada, puede contribuir realmente a una mejor salud, e incluso a una vida más larga.

Zonas azules y el poder de los rituales diarios
El amor de María por el yogur se alinea con las observaciones de los científicos en las llamadas “zonas azules”: regiones alrededor del mundo donde las personas suelen vivir hasta los 90 años o más.

Estas zonas incluyen Okinawa (Japón), Cerdeña (Italia), Icaria (Grecia), Nicoya (Costa Rica) y Loma Linda (California). En cada una de estas comunidades, surgen ciertos patrones: una dieta basada en plantas, actividad física integrada en la vida diaria, fuertes lazos sociales, reducción del estrés y, sí, consumo frecuente de productos fermentados como el yogur.

Dan Buettner, el investigador que popularizó el concepto de la Zona Azul, dedicó años a estudiar los hábitos de las personas más longevas del mundo. Y aunque no todos los centenarios consumen yogur, en estas regiones es frecuente encontrar alimentos fermentados ricos en probióticos.

Sin embargo, lo más sorprendente no es solo lo que comen estas personas, sino cómo lo hacen: con atención plena, gratitud y constancia. Igual que María.

¿De verdad se trata del yogur? Los expertos responden.
Por supuesto, algunos científicos advierten que no se debe dar demasiada importancia a las historias de los centenarios. El biogerontólogo Richard Faragher llama la atención sobre el concepto de “sur”

‘Sesgo de supervivencia’: solo escuchamos las historias de quienes vivieron largas vidas, no de quienes siguieron los mismos hábitos y no lo hicieron.

En otras palabras, el yogur por sí solo no fue la causa del 117.º cumpleaños de Mary. La genética, el medio ambiente y la pura casualidad probablemente influyeron.

Sin embargo, las decisiones de vida de María no fueron aleatorias. Su creencia en una vida tranquila, la cercanía con la familia, evitar la negatividad y comer alimentos nutritivos se alinea con hábitos bien conocidos que promueven la longevidad. Ya sea que el yogur fuera una solución milagrosa o solo una pieza de un rompecabezas más grande, sin duda le trajo alegría, y quizás algunos años más.

Un legado de sencillez y gracia.
La historia de Mary es tan poderosa no solo por el número 117, sino también por cómo vivió esos años. No siguió modas ni dietas pasajeras. Confió en su intuición, escuchó a su cuerpo y afrontó la vida con gracia.

Su yogur diario no se trataba de estar a la moda ni de obsesionarse con la salud. Se trataba de crear un momento de calma, una rutina, un ritual que la hiciera sentir bien. En un mundo lleno de ruido, María encontró consuelo en una cucharada de algo sencillo.

Nos enseña que la longevidad no se trata solo de prolongar nuestros años, sino también de enriquecerlos. Se trata de despertar con un propósito, reír con nuestros seres queridos, comer alimentos que respeten nuestro cuerpo e ignorar las voces tóxicas que no nos inspiran paz.

La última lección de una vida plena.
La historia de María Branyas Morera es más que una nota al pie en el Libro Guinness de los Récords. Es una hoja de ruta que conduce no solo a una vida más larga, sino también a una mejor.

¿Qué podemos aprender de su legado?

Come con más atención. Dile adiós al drama. Camina más, estresate menos. Encuentra tu propia versión de “maná del cielo”: ese pequeño hábito diario que te hace sentir satisfecho.

O tal vez, sólo tal vez… todo comienza con un tazón de yogur.

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