Vitamina D: Si bien técnicamente es una hormona, favorece la memoria, el estado de ánimo y la función cognitiva. Su eficacia depende de nutrientes como el magnesio, el zinc, el boro y la vitamina K2.
Ácidos grasos omega-3 (DHA y EPA): Estas grasas esenciales constituyen una gran parte de la estructura cerebral y son cruciales para la memoria, la regulación del estado de ánimo y la protección de las células nerviosas. Su deficiencia se ha relacionado con el insomnio y la depresión.
Un enfoque preventivo y nutricional del envejecimiento
En lugar de esperar a que aparezca la enfermedad, debemos apoyar de forma proactiva la salud cerebral priorizando los nutrientes clave. Los alimentos integrales y mínimamente procesados —no solo los suplementos— son la forma más eficaz de nutrir el cerebro.
Si nos mantenemos informados y tomamos decisiones conscientes sobre nuestra alimentación y rutinas, podemos ayudar a proteger la función cognitiva, ralentizar el deterioro mental y disfrutar de una vida más lúcida y plena a medida que envejecemos.
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