Cállate, analfabeto”, gritó la profesora Elena golpeando la mesa con la regla con tanta fuerza que el eco resonó por toda la sala 204 de la Lincoln Middle School. El niño de 13 años no respondió. Mantuvo la mirada baja, sosteniendo su cuaderno gastado contra el pecho como si fuera un escudo invisible. Toda la clase estalló en risas crueles.
Nadie imaginaba que en pocos minutos ese mismo niño judío con ropa remendada y zapatillas agujereadas haría que la profesora más temida de la escuela se tragara cada palabra venenosa que había escupido. David Rosenberg nunca imaginó que su primer día en la nueva escuela terminaría con una humillación pública.
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