Cada respiración es una verdadera recarga de combustible para nuestro cuerpo. Gracias a los glóbulos rojos, el oxígeno circula por todo el cuerpo. Pero a veces, este proceso se ralentiza… Algunas causas bien identificadas: una afección respiratoria (como asma o bronquitis), mala calidad del aire interior, trastornos del sueño como la apnea del sueño no diagnosticada, o una dieta demasiado rica en azúcar y deficiente en nutrientes esenciales.
El estrés o las deficiencias de vitaminas, como la B12 o el hierro, también pueden alterar este maravilloso mecanismo. ¿Y lo más insidioso? No siempre nos damos cuenta de inmediato.
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