Algunos problemas de salud a largo plazo también afectan la fortaleza ósea. Por ejemplo, la artritis, la diabetes y la neuropatía periférica pueden reducir el equilibrio y la estabilidad, dificultando el movimiento.
Si la diabetes le daña los nervios, puede tener miedo de caerse, lo que puede hacer que se quede quieto, lo que solo empeora la debilidad.
Trabajar en estrecha colaboración con su médico para controlar estas afecciones, junto con fisioterapia y ejercicio, puede ayudar a prevenir un mayor deterioro.
4. Problemas de espalda
Las afecciones de la zona lumbar, como la estenosis espinal, las hernias discales o la ciática, pueden afectar los nervios que llegan a las piernas y causar debilidad o dolor.
Estos problemas suelen hacer que uno se resista a moverse, pero aun así es importante mantenerse lo más activo posible. Los ejercicios suaves, bajo la supervisión de un fisioterapeuta, pueden ayudar a controlar el dolor y proteger la fortaleza ósea.
Si experimenta entumecimiento, hormigueo o debilidad intensos, comuníquese con un médico para obtener asesoramiento especializado.

5. Falta de motivación
Los cambios mentales y emocionales también pueden provocar huesos débiles. La jubilación, la depresión o la pérdida de un ser querido pueden dejarte sin motivación para mantenerte activo.
Si su rutina cambia después de dejar de trabajar, podría dejar de moverse tanto, lo que podría causarle debilidad. Es importante buscar ayuda y crear una red de apoyo.
Hacer ejercicio con un amigo, unirse a un grupo de ejercicios para personas mayores o apoyarse en la familia puede brindarle aliento y un sentido de comunidad para seguir adelante.
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